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Declaración de principios III

Declaración de principios III

A pesar de ser este no el primero sino el tercero, su definición se da nuevamente en el contexto de uno de los tantos principios -que no inicios- llamados “morales”. No me satisface la expresión, preferiría hablar de “posturas existenciales”, o, tal vez mejor, de “tomas de posición”. Creo tender a las redundancias y es porque mi condición errante supone esfuerzos muchas veces inútiles de ser comprendida, de lograr una traducción muy cercana a lo que expreso. Me resulta difícil aceptar el misterio de las cosas, admitir su constitutiva ambigüedad. Como cuando creo haber terminado algo y en realidad apenas empiezo. Los oligarcas no tienen este problema, seguros como están, de la certeza con que operan, certeza que no es más que una convicción engañosa, fraudulenta y cruel. Me recuerdan a Susanita de Mafalda, en la tira cómica del célebre Quino, que con “lágrimas de cocodrilo” pretendía persuadir a los interlocutores sobre la honestidad de sus despliegues emotivos.

He aquí algunos de esos principios o tomas de postura:

I. No concuerdo con la tendencia a pedir perdón todo el tiempo y por nada, aunque he constatado que con frecuencia se recurre a esta práctica frente al error, algo por demás ilógico ya que parte de una falsa convicción, la del carácter voluntario del equivocarse.

II. Me irrita sobremanera la mentira, su difundido uso, su falta de respeto por la inteligencia de quien es objeto de las torpes ficciones que pretenden eludir, impunemente, responsabilidades subyacentes.

III. Otro asunto que me parece reprobable, además de sugerir mal gusto, son esas mesas de regalos que se ubican en tiendas de prestigio a disposición de invitados a bodas u otras celebraciones. De lo que se trata aquí es de que la gente se someta a los dictados de quienes se festejan, comprando lo que ellos mismos han determinado como donaciones legítimas para la ocasión. Me niego rotundamente a aceptar estas muestras extremas de consumo autoritario.

IV. La enorme propaganda que se difunde en medios sobre la vida y milagros de las decadentes realezas todavía existentes en Europa, se me antoja un signo más de la creciente microencefalia que caracteriza a las poblaciones sujetas a los dictados de las redes. El falso prestigio atribuido a sectores “aristocráticos”, en realidad parasitarios, simplones y pomposos, muestra una vez más cómo el sistema en que vivimos no solo autoriza el régimen de desigualdad imperante, sino que lo exhibe como centro estratégico de interés público, estimulando así los alucinatorios sueños de grandeza, antesala al elogio servil y el consumo irracional.

V. Me llenan de alegría los gestos vitales y el comportamiento de personas que revelan integridad, que muestran una continuidad virtuosa entre lo que dicen y hacen; personas orientadas a la construcción de una subjetividad congruente y sólida. Conozco quizá demasiados casos de individuos que asumen públicamente ser agentes críticos del sistema, pero cuyas acciones desmienten el rasgo, cargadas como se advierte de características antagónicas al espíritu que dicen encarnar.

VI. Me agradan los parques, los jardines, los huertos, los pequeños sembradíos, las flores y las plantas, los árboles. Siento verdadero placer ante sus radiantes presencias, ese carácter de firme resistencia frente a los desafíos que representa la supremacía de intereses hegemónicos ligados a la depredación sistemática de la naturaleza. Sin duda constituyen el elemento clave de la defensa de lo bello, lo benéfico y la permanencia de la vida en la Tierra.

VII. Intentaré concluir con un último aspecto que toca profundamente la historia personal y no solo ésta, sino la de muchas mujeres que conocí a lo largo de varios años y de muy diversas geografías. Se trata de lo que calificaría como verdadera incapacidad del sector masculino para aceptar los éxitos de sus compañeras de vida, trabajo o instituciones en general. Es interesante, y sin duda se asocia al tipo de construcción de identidades que caracteriza y ha representado a un orden patriarcal, donde la supremacía masculina juega un papel preponderantemente clave. En este sentido, la plena realización profesional, económica, social y/o cultural de las mujeres sería vista como un franco atentado contra la “normal” asignación de roles, especialmente frente a las prerrogativas masculinas, al poner en crisis dicho valor. Contrasta éste que considero un conflicto de repercusiones graves (feminicidios, violencia intrafamiliar, escasas oportunidades de promoción laboral, sueldos bajos e inferiores al de los hombres por idénticas tareas, etc.), con la tradicional actitud “femenina” de aceptación, reconocimiento, e incluso asombro ante las capacidades y éxitos masculinos.

CDMX. 26/07 – 29/09 – 03/10/22