Acerca del Jazz

16 de septiembre de 2019 – 8 de febrero y 20 de julio de 2023

Todo género musical presenta una complejidad particular que le constituye, que le es propia. En este sentido, comparar en términos valorativos o jerarquizantes un estilo respecto de otro resulta un despropósito; desde mi perspectiva, una evaluación de pretensiones comparativas no sería posible, y solo podría ejercerse al interior de cada género, aunque incluso ahí correríamos el riesgo de errar en opiniones y criterios de marcado sello reduccionista.

El arte, en este caso, la música, se transforma a lo largo del espacio-tiempo, en la modernidad una transformación orientada a subvertir la norma que una etapa previa ha establecido como inherente al desarrollo de los estilos.

Algo que sí podríamos defender es el derecho al gusto, la orientación estética de cada escucha, su particular preferencia, aspectos inalienables de la condición humana.

Los sistemas político-económicos han decretado ideologías a favor o en contra de determinadas formas de producción artística, siempre a través de la manipulación que el orden cultural hegemónico puede ejercer sobre el público. Así, resulta beneficioso orientar el gusto con fines pragmáticos y obtener resultados homogeneizantes, garantía de una masificación que excluye el derecho a decidir en la diferencia.

Resulta absurdo pensar que un estilo musical sea “para todos”, es decir, que le guste al total de la audiencia. Por ejemplo, que el vals vienés, la música de cámara, o la salsa, gusten a todo el mundo. Hay algo que es el derecho a la diferencia, y eso no podría prescribirse sin atentar contra la legítima soberanía estética de los pueblos.